La pedagoga contesta

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En este dossier, Leticia Garcés Larrea, experta en parentalidad positiva, nos explica cómo el acompañamiento constante fomenta la confianza, mejora los resultados académicos y prepara a los estudiantes para enfrentar desafíos futuros.

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La Pedagoga Contesta: Tu Apoyo Profesional

En este video, la pedagoga Leticia Garcés responde a las preguntas más comunes de los padres sobre la educación de sus hijos: cómo ayudarles a superar la frustración, mantener la motivación, mejorar la concentración y prepararse para los exámenes sin estrés.

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Respondemos tus Dudas

Leticia Garcés, pedagoga, responde a las dudas más comunes de los padres sobre el rendimiento, la motivación y el bienestar académico de sus hijos.

“Para contestar a esta pregunta deberíamos de hablar de dos tipos de alumnado, el que está en la enseñanza obligatoria (hasta los 16 años en España) y el que ha podido pasar a una enseñanza más opcional, donde ha podido elegir en base a sus talentos, intereses personales o cualidades más destacables, que puede ser tanto una formación profesional como un grado universitario. No es lo mismo entender el estudio como un medio para alcanzar un fin, es decir, estudiar un bachiller para sacar la nota que permite entrar en el grado de mayor interés, que estudiar como un fin en sí mismo, porque te interesa, cubre tus expectativas e intereses académicos y te permite disfrutar de tu proceso de aprendizaje, aunque lógicamente con ello quieras alcanzar otro objetivo superior, entrar en el mundo laboral. La diferencia principal está en la motivación intrínseca y en objetivos vinculados a una vida con sentido. 

Por lo tanto, una de las principales barreras que enfrenta un estudiante para alcanzar su máximo rendimiento académico es carecer de esta motivación intrínseca y no haber descubierto todavía, que por edad no es fácil, un proyecto personal que guíe sus pasos. ¿Para qué estudiamos? Si la respuesta es para aprobar es difícil que haya una motivación interna y personal que permita tomar decisiones responsables como estudiar cuando te apetece más jugar a videojuegos, por ejemplo. Pero si la respuesta es porque con ello me aproximo a los estudios que me permiten dedicar mi tiempo a hacer algo que está alineado con mis intereses, la cosa cambia, vivir se llena de significado. Como dice Rubén Alves,  "Educar es tener razones para vivir" y esto cobra mayor sentido cuando el motor interno, la motivación intrínseca, la fuerza interna te permite ser feliz haciendo lo que da sentido a tu vida. A esto también se le llama Ikigai, tener una vida con sentido que merezca la pena ser vivida, aprovecho para recomendar el libro que explica este concepto de Francesc Miralles y Héctor García.”

“Para contestar a esta pregunta quiero explicar un neuromito que la neurociencia ha podido desmentir. Muchos docentes han creído que aprendemos mejor cuando la información que recibimos es acorde con nuestro estilo de aprendizaje de preferencia que puede ser visual, auditivo o cenestésico, según la información consultada en el libro “Neuromitos de la educación” de la editorial Plataforma Actual. Esto sería una forma de personalizar la educación, por ejemplo, al alumno que es más visual presentarle la información por medio de mapas, el que es más auditivo que aprenda por medio de debates o el que es más físico que pueda moverse más durante la realización de las tareas y poder manipular objetos. Pero según una investigación llevada a cabo por Krätzig y Arbuthnoott en 2006 con 65 estudiantes universitarios porque querían saber si existía una correlación entre la preferencia del estilo de aprendizaje del alumno y el rendimiento observado en unas pruebas de memoria relacionados con las tres modalidades sensoriales ( visuales, auditivo y cenestésico),  llegaron a la conclusión de que los estudiantes aprender mejor cuando utilizan las tres modalidades sensoriales y no solamente la de preferencia. 

Teniendo en cuenta esta conclusión, quizás podríamos proponer como una forma de personalizar la educación considerar los intereses personales del alumnado a la hora de impartir el currículum. Una recomendación interesante que le he escuchado decir a David Bueno, biólogo y director de la Cátedra de Neuroeducación de Barcelona. Un ejemplo de ello podría ser planificar con el alumnado los contenidos a aprender a lo largo de la semana y planificar la forma de adquirirlos. A esto quiero añadir que cuando el alumnado se coordina con el profesor, se marcan objetivos, planifican cómo alcanzarlos y programan juntos la manera de aprender los contenidos, el alumno tiene un papel mucho más protagonista y la relación con el docente puede ser mucho más cercana y de confianza. 

Por lo tanto, uniendo las dos preguntas, siendo la motivación intrínseca una manera de superar las barreras en el aprendizaje, la metodología o manera de adquirir los conocimientos sería una forma de mantener esa motivación siempre activa.”

“La neurociencia nos muestra algunas características de la etapa adolescente que hace necesario que estemos más que nunca a su lado, aunque no tan cerca como lo estuvimos durante su infancia. Sabemos que en la adolescencia tienden a ser más impulsivos porque su corteza prefrontal está menos desarrollada que la amígdala, parte del cerebro donde se generan las emociones, esto les hace buscar más el placer inmediato, deseando saltarse los límites y las normas hasta el momento conocidas en favor de vivir experiencias estimulantes y placenteras, algo que les hace ponerse en riesgo con mayor facilidad. La pertenencia al grupo de iguales empieza a ser una prioridad, algo que hasta el momento deseaban sentir con sus figuras de referencia, ahora, sin embargo, ser aceptados y valorados por el grupo empieza a ser una prioridad. Esto hace que algunos aprendizajes y valores como el orden, las organización o planificación académica puedan perder interés y por lo tanto aparezca lo contrario, no como una pérdida de valores y hábitos sino como una reestructuración de sus prioridades en la vida. 

Si la opinión del grupo es más importante y conquistar el corazón de una pareja sentimental una prioridad, es normal que haya aspectos importantes como los estudios, el orden o el tiempo en familia que dejen de ser importantes. Empiezan a experimentar cambios en sus estados de ánimo y hay situaciones como el rechazo grupal o la falta de aceptación que pueden generar verdadero sufrimiento hasta el punto de generar en algunos ansiedad, estrés o incluso ideación suicida. Por eso, se hace imprescindible hacer un seguimiento constante del progreso de los estudiantes porque ningún adolescente puede concentrarse en los estudios cuando su mente está más centrada en su sociabilidad e integración grupal. La nota que reciben de los demás por su amistad puede ser más importante que la calificación de un examen.”

“El objetivo que queremos alcanzar con todo estudiante es que sean autónomos en su vida en general haciéndose cargo de su propio proceso académico porque lo cierto es que somos alumnos de la vida y lo saludable es que tengamos una actitud positiva ante el aprendizaje continuo. El seguimiento lo debemos adaptar a cada estudiante porque habrá algunos que, por sus características temperamentales, sus condiciones familiares y el tipo de desarrollo emocional que hayan tenido durante su infancia necesiten más supervisión y seguimiento, y si lo necesitan, aunque tengan una edad avanzada lo justo es dárselo, pero intentado que poco a poco vayan haciéndose cargo de su propio proceso. 

Sin embargo, habrá otros adolescentes que hayan desarrollado las competencias emocionales suficientes como para no necesitar tanta supervisión, con exponer de vez en cuando algunas dudas y recibir una ayuda puntual tendrán suficiente porque su capacidad resiliente, su planificación y organización personal les permite tomar decisiones haciéndose cargo de su proceso académico. Lo justo es dar a cada estudiante lo que necesita, estar con el que demanda supervisión porque no ha madurado lo suficiente como para ser responsable de sí mismo (todavía) y dejar mayor margen a quien ha demostrado con sus acciones y resultados que no necesita más que saber que nos tiene, aunque no nos demande. Por lo tanto, podemos afirmar que el seguimiento personalizado siempre es necesario porque la adolescencia supone tener un cerebro en continuo cambio, pero con un seguimiento personalizado que consiste en supervisar a quien lo necesita y ofrecer mayores oportunidades para desarrollar su propio autoliderazgo.”

“Si tenemos en cuenta la definición de “Educación emocional” que nos ofrece Rafael Bisquerra, doctor en Ciencias de la Educación, podemos entender mejor qué  necesita  cada estudiante ya que consiste en Un proceso educativo, continuo y permanente, que pretende potenciar el desarrollo emocional como complemento indispensable del desarrollo cognitivo, constituyendo ambos los elementos esenciales del desarrollo de la personalidad integral”. Por lo tanto, vemos que no puede haber un buen desarrollo académico sin un buen desarrollo emocional. Son muchos los beneficios que se obtienen en la adolescencia si desde la infancia se adquieren competencias emocionales. Algunos de esos beneficios tienen que ver con la salud, menos síntomas físicos y de somatización o menos estrés social y ansiedad. Otros beneficios tienen que ver con la gestión emocional, sin duda, mejores habilidades interpersonales y sociales favorecen las relaciones con amistades y aumentan el apoyo social y familiar.

Por lo tanto, podemos decir que un seguimiento adaptado a las necesidades de cada estudiante, a la forma de ser de cada uno y al tipo de vínculo que establece con sus docentes, hará posible que se sientan seguros y confiados para o bien pedir ayuda o bien dejarse ayudar. Un adolescente emocionalmente competente puede desarrollar más fácilmente su resiliencia, esto le permite aprender de sus dificultades y superar sus frustraciones en lugar de caer en ansiedad y depresión.” 

“Conviene dar algunos datos sobre el suicidio adolescente ya que han aumentado mucho las cifras en los últimos años y está estrechamente relacionado con la autoestima y el autoconcepto. Según la guía para comprender y abordar la prevención del riesgo del suicidio juvenil que ha sido realizada por la Fundación de Educación para la Salud (FUNDADEPS), “el suicidio adolescente y juvenil en España es un problema para la Salud

Pública debido a la cantidad de jóvenes que se ven afectados cada año, actualmente es la primera causa de muerte no natural entre jóvenes de 15 y 29 años; se estima que en el año 2022 se quitaron la vida 341 jóvenes en ese rango de edad”. Estos datos coinciden con el tiempo que necesita el cerebro para madurar porque según los neurocientíficos aunque no se ponen de acuerdo en la edad exacta en lo que sí coinciden todos es que el cerebro necesita cerca de tres décadas para madurar y precisamente esta madurez es la que facilita hacer mayor uso del prefrontal donde se desarrollan las funciones ejecutivas que nos permiten reflexionar, relativizar, planificar y analizar las situaciones difíciles, poniendo en marcha los propios recursos o buscando en otros espacios o personas lo que les permite enfrentarse a las adversidades que les generan sufriendo.

La autoestima o la capacidad para valorarte positivamente tiene que ver sobre todo con el trato recibido en la primera infancia, de alguna manera un niño que ha experimentado el amor incondicional y los cuidados de calidad en los primeros años tiene grabado en su memoria implícita que es un ser amado y por lo tanto amable. Esta autoestima que es el resultado de los buenos tratos, esta capacidad para reconocer todo lo bueno que hay en uno, esta capacidad para aprender de los errores y saber sobreponerse en las adversidades tiene que ver con la resiliencia y para que cada estudiante puede tener esta capacidad de sobreponerse y seguir adelante, necesita unas buenas bases en la primera infancia, experiencias bientratantes que desarrollen un autoconcepto favorable que les haga tener una satisfacción alta con la vida.
En el libro “Cerebro infantil y maltrato” de Eduardo Muñoz se recoge que el fracaso escolar  influye en la autoestima, autoconcepto y autoeficacia durante el aprendizaje o situaciones que se requiere de un pensamiento divergente, racional y reflexivo. Sin una autoimagen positiva, es imposible sostenerse ante los vaivenes de la vida y generar una autoconfianza sana.”

Creo que hay una competencia emocional que es clave para apoyar a un estudiante y es la empatía, pero no solamente una empatía cognitiva que nos permite comprender la situación por la que está pasando una persona, también una afectiva que nos permite querer comprometernos con la necesidad de esa persona. No es suficiente con ver la dificultad de un estudiante, darnos cuenta de que tiene dificultad en algunas materias y prestarle nuestra ayuda. El alumno no solamente necesita superar una dificultad sino darse cuenta de que tiene la capacidad para lograrlo, la ayuda no debe ser puntual, ayudarle a  aprobar un examen, por ejemplo, sino darle la oportunidad de que experimente la satisfacción del logro a la que te lleva principalmente la cultura del esfuerzo y el desarrollo de la fuerza de voluntad. Hay estudiantes que caen en lo que Martin Seligman, padre de la psicología positiva llama indefensión aprendida, que es convencerse de que haga lo que haga no puede salir de una situación en la que se siente encerrado. Nuestra labor como acompañantes del proceso de aprendizaje de un menor es detectar qué situaciones les ha hecho entrar en esta indefensión y ayudarles a salir descubriendo que son capaces de mejorar y superarse. 

Según Fernando Alberca, en su último libro La magia del esfuerzo, “Hay que enseñar a no preocuparse por los resultados, es importante que inicien, persistan y acaben las cosas”. Este autor expone de manera clara y coherente que el esfuerzo es la clave para llegar  al éxito que no siempre son resultados, pero sí procesos exitosos. Precisamente por esto es importante que sepamos estar cerca de nuestros hijos cuando fracasen en cada intento, cuando tengan iniciativa sin resultados, cuando lo intenten y pierdan o cuando estén a punto de tirar la toalla. 

Un estudiante no siempre aprueba cuando estudia, no siempre saca notas altas por estudiar mucho, también tienen que superar la ansiedad, los miedos, las inseguridades, los nervios, la mala organización, la falta de planificación o la apatía y pereza que los lleva a procrastinar. Nuestra labor será ayudarles a tomar decisiones favorables, superando la desmotivación y activando la voluntad que los lleve a la actitud responsable.

Depende de la causa que los lleva a la pérdida de la autoconfianza. Pongamos algunos ejemplos, si es una cuestión de ansiedad generalizada podemos acudir a estrategias que aporten calma como técnicas de respiración consciente, mindfulness o realizar ejercicio físico que permita mantener el equilibrio en el estrés que sientan. Por el contrario, si la falta de confianza tiene que ver con la autoestima puede ser recomendable hacer terapia o participar en acciones sociales porque sabemos que estar en contacto con personas a las que se puede ayudar genera niveles altos de oxitocina, la hormona de la vinculación provoca sentimientos de satisfacción, calma y seguridad. Y si la falta de confianza está relacionada con bajos resultados podemos valorar si estamos bien enfocados en los estudios, si se han tenido en cuenta los talentos personales e intereses que generan una mayor motivación a la hora de estudiar, a veces cuando no estamos bien alineados, estudiamos por cumplir las expectativas de otras personas o estudiamos sin cumplir nuestro proyecto personal, perdemos la motivación y los resultados no acompañan. 

Que un alumno se sienta mal al recibir ayuda es completamente normal pero que este sentimiento le impida avanzar y prosperar sería indicativo de que algo no va bien. Todas las personas nos comparamos entre nosotras, podemos desear lo que tiene otra persona incluso podemos sentir envidia por no tenerlo. Pero una cosa es sentir emociones negativas o desagradables, incluso tener dificultad para alegrarnos por los logros de otra persona, en el fondo por la propia limitación, el miedo o la rabia de no haber alcanzado lo mismo y otra cosa es que lo que sentimos nos impida llevar a cabo una socialización sana. Veamos la parte positiva de sentirnos mal. Si enfocamos bien el sentimiento de envidia podemos marcarnos objetivos de mejora, ajustar nuestras expectativas y cambiar hábitos para lograr lo mismo, porque en el fondo deseamos algo bueno que tiene otra persona y pensar en cómo lograrlo puede ser un camino de crecimiento personal. Pero, por el contrario,  si esta envidia no lo convertimos en un motor de cambio para nuestra propia mejora y se convierte en una energía negativa que nos lleva a poner la zancadilla a otra persona, a criticarla negativamente, sería algo desadaptativo que impediría un progreso saludable.

Hay estudiantes que son muy perfeccionistas y autoexigentes porque siempre les han hecho ver lo que les falta por lograr el máximo en lugar de todo lo que han conseguido, por ejemplo, si han sacado un ocho de nota les preguntarán qué les ha faltado para sacar un diez en lugar de celebrar el proceso que los ha llevado a semejante resultado. Por lo tanto, si queremos ayudar a ese estudiante que se siente mal al compararse con sus compañeros, nos conviene preguntarnos qué tipo de mensajes recibe en casa, se le exige más de lo que puede dar, le hacen sentir que nunca es suficiente, le transmiten decepción cuando no alcanza los objetivos esperados, siente que fracasa cuando no cumple con las expectativas de sus padres, etc. Si revisamos esto y decidimos acompañar su proceso académico, lograremos que el estudiante valore como algo positivo toda ayuda externa que le ofrezcan.

Las habilidades no académicas que necesitan desarrollar los estudiantes son las llamadas “habilidades blandas” que son las habilidades relacionadas con la inteligencia emocional, el pensamiento crítico, el liderazgo, la resiliencia o la gestión del cambio. La destacada psicóloga e investigadora norteamericana Carol S. Dweck también habla de la mentalidad de crecimiento en su libro “Mindset: la actitud del éxito” que se refiere a la pasión por los retos, la búsqueda de la autosuperación, incluso (y especialmente) cuando las cosas no van bien. Esta es la mentalidad que hace que la persona se crezca ante las dificultades”. “Hay dos conceptos distintos de habilidad: uno, considera la habilidad como una característica fija que hay que demostrar y otro, la considera un factor variable que puede desarrollarse por medio del aprendizaje, la mentalidad de crecimiento”.

Todo el estudiantado necesita saber organizar su tiempo de estudio, conocer y aplicar técnicas de estudio que les haga aprovechar mejor el tiempo invertido, sintetizar la información relevante y memorizar lo imprescindible para tener éxito en su estudio, esto les permitirá tener tiempo para otras cosas importantes como hacer deporte, leer por interés, participar en actividades culturales, socializar o participar en actividades de acción social. 

Sin duda encontrar el equilibrio entre lo académico y la vida social es importante, a esto hay que añadirle lo emocional porque también hay que tener competencias emocionales suficientes que les permita gestionar el estrés, la ansiedad en los exámenes, sacar el máximo partido a sus talentos y confiar en su capacidad de mejorar. La inteligencia emocional del estudiante no siempre se enseña en las aulas y no todas las familias ofrecen la oportunidad de aprenderlo en los hogares, pero el estudiante va a necesitar habilidades sociales, competencias emocionales como la asertividad, la empatía, la resiliencia y la automotivación y buscar la manera de que lo aprendan lo antes posible puede predecir una buena salud mental en la etapa adolescente y adulta.

Sabemos que los procesos más importantes para el aprendizaje académico como la atención, la memoria, la motivación, la toma de decisiones, las relaciones sociales y la creatividad están relacionados con las emociones, por eso sin duda alguna los retos de la universidad o del mundo laboral se afrontan mejor con inteligencia emocional. El estudiante universitario está muy cerca de entrar en el mundo laboral, no es suficiente con que adquiera conocimientos y ser eficaz en sus funciones, tiene que saber enfrentarse a la frustración por lo tanto saber gestionar la ira, en palabras de Rafael Bisquerra “hay que saber regular la ira para que no derive en violencia”. También tiene que saber enfrentarse al miedo, la inseguridad y la ansiedad, por lo tanto, tener dominio propio y capacidad de autogestionar creencias limitantes  que le permitan disponer de un buen reservorio de autoestima.
Y por poner otro ejemplo, tiene que saber convivir con la tristeza y saber superar los duelos que le toque atravesar porque las emociones nos acompañan continuamente, no saber gestionar algunas emociones nos puede impedir hacer un buen trabajo profesional, por eso la inteligencia emocional tiene tanta importante porque saber manejar nuestro propio mundo emocional y convivir con el resto de las personas nos puede convertir en personas que usan su profesión para hacer un bien social. 

En la empresa no solamente hay que cumplir con unos objetivos, sino que también hay que saber trabajar en equipo, adaptarse al estado de ánimo de los demás, tolerar el mal humor de algunos, poner límites cuando es necesario, involucrarse y ayudar, pero también saber comunicar de forma asertiva tu opinión o punto de vista cuando es contrario al resto. Por lo tanto, lo ideal sería que los estudiantes universitarios estén alineados con su proyecto personal de vida, estudiando aquello que realmente guarda relación con sus talentos, gustos e intereses para que la motivación sea el motor de todas sus acciones y que les permite adquirir el conocimiento que les ayude a ser eficaces en su proceder, pero al mismo tiempo emocionalmente competentes en su actuar. 

La asertividad es esa competencia emocional que todos deseamos que tengan los demás con nosotros pero que no siempre nosotros logramos mostrar a los demás. Aristóteles lo explicaba muy bien en su conocida frase sobre el enfado. “Cualquiera puede enfadarse, es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”. 

La asertividad es la capacidad de poder decir lo que piensas, a veces una opinión contraria a la de los demás, de forma respetuosa, sin imponer ni perder las formas, pero siendo lo más fiel posible a tu forma de pensar. La asertividad sobre todo se aprende viéndola en los demás, los referentes principales bien sean padres, tutores, docentes o adultos de referencia habituales cuando se comunican de forma asertiva con nosotros, nos muestran la forma más respetuosa de comunicar las ideas donde no tiene cabida ni la ira, ni la imposición ni la manipulación. A todas las personas nos gusta que nos hablen y traten con respeto, que sean asertivos con nosotros y nos invitan a escuchar otros puntos de vista sin imposición ni manipulación. Por lo tanto, si desde que los hijos son pequeños reciben un trato afectivo y respetuoso de sus figuras parentales y son educados bajo el paraguas de la parentalidad positiva, será más fácil que los estudiantes muestren ese mismo trato respetuoso entre sus iguales. Y si a este tipo de comunicación se unen los profesores que por muchos motivos que les den sus estudiantes deciden tratarlos siempre con respeto sin perder la autoridad, sería mucho más fácil aprenderlo, aunque sea por imitación.

Se sabe que el modelo que presentan los padres moldea el cerebro del niño y su sistema nervioso de modo que la forma de enfrentarse a la vida de un niño variará según el ambiente familiar donde se haya educado. Esto se explica muy bien en el libro del psiquiatra Rafael Benito titulado “Cerebros moldeando otros cerebros” que recomiendo. Sabemos que los padres que han ofrecido a sus hijos la oportunidad de desarrollarse en un ambiente familiar cariñoso, respetuoso y flexible donde han sido escuchados, tenidos en cuenta, considerados y amados, han podido desarrollar un mejor ajuste psicológico, mejor manejo del estrés y mayor desarrollo de las funciones ejecutivas, algo que en estilos más autoritarios o permisiva no se da tanto. Por lo tanto, en respuesta a la pregunta, podemos decir que no cualquier seguimiento por personalizado que sea puede ayudar a mejorar la comunicación y relación filio parental, solamente si se trata de una educación democrática y con respaldo científico basado en buenos tratos.

En el libro “Cerebro infantil y maltrato” de Eduardo Muñoz se recoge una investigación realizada a casi un centenar de niños canadienses cuyos padres presentaban un patrón de parentalidad autoritaria y al examinar la estructura de su cerebro y características de comportamiento se pudo ver que los niños que habían sido educados de un modo muy estricto y sin apoyo emocional adecuado, tenían trastornos internalizantes como la ansiedad. También se recoge que según Elena Grigorenko, un estilo de parentalidad negativo se basa en el nulo trato afectivo y un apego más inseguro producido por la indiferencia o la negligencia, el rechazo o la agresividad relacional que afecta negativamente al desarrollo del niño. Los estilos parentales positivos en cambio implican un acercamiento emocional hacia el niño, afectividad, atención de las demandas emocionales y un trato basado en la confianza. 

 

Sabemos que el apego seguro que se establece en la primera infancia, permite generar vínculos más afectivos evitando prácticas educativas sobreprotectoras, autoritarias o negligentes que facilitan que entre el estudiante y su familia haya una relación de confianza donde el menor sabe que puede acudir a sus figuras parentales porque no son una fuente de temor ni de evitación. Un niño que ha sido criado con amor, que ha sido educado con límites y desde la educación emocional no tendrá ningún problema con la frustración porque podrá gestionarla, ni con la ansiedad porque sabrá cómo responder al miedo ni con la tristeza porque sabrá sentirla sin desarrollar patologías.

 

Sabemos que los adolescentes criados en un entorno parental autoritario presentan falta de autocontrol, incompetencia social, incapacidad para hacer frente a la independencia, baja autoestima e inmadurez. Esto deriva en mayores dificultades académicas, mayor absentismo escolar y tristemente en comportamientos delincuentes y actos de vandalismo. Por otro lado, también los niños criados en un entorno más sobreprotector y permisivo corren el riesgo de desarrollar conductas violentas y si es dentro del entorno familiar puede considerarse “Violencia Filio Parental”. Aunque la literatura científica señala que no hay un modelo familiar específico donde se dé con más frecuencia este fenómeno, si se conocen algunos factores que pueden favorecer su aparición como podría ser el estilo educativo excesivamente permisivo, con apenas normas ni límites, con una sobreprotección excesiva que no haya favorecido la autonomía.

"Son muchos los beneficios que tiene que un estudiante reciba un seguimiento educativo constante, sobre todo podemos observar si está recibiendo algún tipo de maltrato para evitar precisamente sus consecuencia como pueden ser, tener peores comportamientos cooperativos a la hora de realizar tareas grupales, menor preocupación o atención hacia los compañeros ya que se ve afectada la empatía, menos conductas sociales y mayor reactividad emocional o hipervigilancia continua que les lleva a tener dificultades para integrarse grupalmente. Por lo tanto, no solamente vamos a evitar un ajuste psicológico deficitario, sino que también pueden desarrollar la capacidad de relacionarse positivamente con los demás y contar con una conducta social mejor e inteligencia emocional mayor. 

Algo interesante que los padres podemos hacer desde que los niños son pequeños es aplicar la mentalización, la Teoría de la Mente es una habilidad cognitiva que nos permite comprender, predecir los pensamientos de otras personas, cuando lo aplicamos con nuestros hijos estamos siendo empáticos intentando tener la mente de nuestros hijos en mente. algo que les hace sentirse comprendidos. Los niños con un buen desarrollo de la empatía tienen la capacidad de leer los estados emocionales de los demás y eso es posible cuando ellos también han sido igualmente mentalizados durante su desarrollo evolutivo. Tener figuras parentales con capacidad no sólo de comprender sus estados emocionales sino de ayudarles a gestionarlos cuando son negativos les permite fortalecer su carácter para socializar de forma más positiva."

"Pongamos un ejemplo hipotético de un niño que nace en un entorno familiar estructurado, donde cuyos padres valoran mucho la educación en valores como la emocional, que se forman o bien porque leen o bien porque realizan cursos de crianza positiva para mejorar sus competencias parentales porque entienden que con el amor no es suficiente para darle a su hijo lo que necesita para desarrollarse favorablemente. Estos padres aprenderán a discutir delante de su hijo sin permitirse faltas de respeto ni normalizar malos tratos de ningún tipo, cuidarán el ambiente familiar donde el trato afectivo y el respeto sea una máxima y esto hará que el niño crezca sintiéndose valorado, amado y escuchado, algo que permitirá construir un conocimiento de cómo deben ser las relaciones sociales y así poder identificar y rechazar el trato violento que reciba de su entorno.

Este niño que será bien acompañado en sus primeras rabietas, que le pondrán límites, normas y que contará con mucha presencia, tendrá la oportunidad de aprender de sus errores, vencer sus dificultades y progresar cada día de tal manera que se acercará a la adolescencia con la suficiente fortaleza interior sabiendo que el esfuerzo es un valor que le debe acompañar y la gestión emocional un aprendizaje integrado en su personalidad.

Cuando llegue a la universidad tendrá la oportunidad de elegir en base a sus talentos, cualidades, capacidades, aptitudes e intereses pudiendo seguir desarrollándose como persona y alcanzando una vida plena y llena de sentido, una vida con propósito y llena de oportunidades. Estamos frente a un adulto que ha sido bien acompañado y guiado desde niño, que ha podido desarrollarse a nivel emocional y cerebral de forma favorable y que tiene los recursos suficientes para conducirse de forma autónoma y segura. Una persona que encuentra una oportunidad de crecimiento en cada problema, que sabe sacar un aprendizaje de los infortunios de la vida y que se permite estar triste o enfadado cuando la situación lo requiere porque legitima todas sus emociones, sabe que la felicidad no es estar contento sino vivir en coherencia con lo que piensas y sientes. 

Por otro lado, conocemos muchos casos de personas que no han podido contar con todo este apoyo familiar porque han sufrido maltrato en la infancia y no han sido acompañados por figuras parentales bientratantes, más bien han sido negligentes con ellos sufriendo los efectos devastadores de la violencia a nivel cerebral. La neurociencia nos muestra que las experiencias tempranas pueden causar una disminución de hasta el 25% de las conexiones neuronales, es decir, niños que desde pequeños crecen en entornos con falta de cuidados y atención cálida tendrán dificultades en sus funciones ejecutivas, su pensamiento reflexivo y la capacidad de planificar se verá afectada, de modo que la dificultades académicas aparecen como consecuencia de lo vivido. Nadie puede concentrarse en los estudios ni aprender si su actividad cerebral está alterada por el maltrato recibido."

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